Filosofía

Para qué sirve una cabaña. Pedagogía y arquitectura.

La semana pasada realizé un taller con el artista y pensador brasileño Rubens Espirito Santo.  Rubens tiene un taller pedagógico en Sao Paulo donde trabaja constantemente con artistas jóvenes y estudiantes. En un período de su vida se construyeron 18 «Cabanas» o cabañas en su atelier. El objetivo de la cabaña va más allá de la construcción misma y cobran importancia las charlas de los estudiantes con el artista durante la generación de la instalación. Ahora Rubens ha venido una semana a Barcelona para realizar aquí una cabaña invitado por el Taller del Clot.

¿Para qué sirve una cabaña?

Una cabaña no sirve para nada esencialmente.

Sirve para convivir alrededor de la creación de algo. Sellar un encuentro con la producción de algo en el mundo de lo material inevitablemente manifestará algo inmaterial: las cosas sutiles que nos relacionan.

El acto de construir en sí mismo, es también creador de relaciones. De comunidades, de memoria, de historia. Desde siempre, las relaciones entre las personas se sellan con la apropiación de un lugar –el hogar, la ciudad–.

E igual que para fundar una ciudad cada persona traía un puñado de la tierra donde nació, así ocurre con la cabaña. Es un acto de comunidad para fijar un punto sagrado en el espacio y en el tiempo y declarar que hubo algo que compartimos.

Cabana Barcleona
Fotografía de Maria Campañá

No es fácil comprender por qué un brasileño viene a Barcelona para realizar este acto del modo en que lo hace Rubens. Solo tiene sentido si entendemos la pedagogía como una relación entre maestro y discípulo. Y pienso que no todos los que hacen un taller con Rubens son automáticamente sus discípulos. Para serlo hay que elegirlo. Elegir dejar que te toque lo que Rubens te da.

La cabaña le sirve para pasar tiempo con sus discípulos. Para observarles, escucharles, pedirles tareas y hacerles preguntas con el mero interés de provocar una reacción útil para el interpelado, no para él. Para hacerles cuestionarse sus respuestas a un nivel más alto. Para que se haga evidente porqué hacen lo que hacen. Para mostrarles sus dificultades por el mero altruismo de abrir posibilidades a evolucionar. Es como un intento de sacudir y abrazar a la vez. Un acto de amor. Un acto de arte en sí mismo, tal vez.

La cabaña es más bien el espacio (temporal, no físico) que Rubens nos ha dado para poder hablar de temas que nos trascienden y sobre los que normalmente no hablamos.

Yo personalmente me he dado cuenta que me aburre pensar siempre de la misma manera respecto de las cosas. Y que puede que haya llegado el momento de poner a prueba nuevos modos de pensar, non obstante la inseguridad que eso me crea; y justamente por eso tomar la responsabilidad de –aunque sea una única hora al día o en la vida– decir algo verdaderamente.

Cabana Barcelona
Fotografía de Maria Campañá

Hemos reflexionado sobre la lengua. Parece ser que no hablamos la lengua. Ella nos habla a nosotros. Como la cabaña. Ella nos habita a nosotros. Esto significa que algo que no poseemos nos posee, porque nos influye. Aparentemente esta tragedia con la lengua es algo que nunca podremos superar. Con la cabaña de Rubens, tampoco.

En cambio yo creo que sí que podemos modificar nuestro entorno construido y el ambiente que escogemos. En éstos podemos introducir cambios y la influencia se vuelve recíproca. He aprendido la importancia de introducir el componente de lo inesperado, de lo desconocido, lo que no has resuelto y lo que te sorprende. Construyamos entornos que no dejen de abrir posibilidades a nuevos comportamientos.

Cabana Barcelona
Fotografía de Maria Campañá

“El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquél que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio.”  Italo Calvino – Las ciudades invisibles.

La cabaña de Rubens es justamente eso. Da espacio a hacer crecer relaciones con uno mismo, con él y con los demás.

Acabo el taller con el deseo de crear más lugares con significado para que puedan ocurrir relaciones, apropiaciones y aprendizajes. Mudando concepciones antiguas y sintiendo profundo agradecimiento por quién fuera el medio para que esto ocurra. Gracias Rubens.

Marta Delgado para Archiimpact

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